¿Qué significa darle cuerda a un reloj?

Dar Cuerda al Reloj: La Metáfora de Cortázar

07/10/2021

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En la vorágine de nuestra vida moderna, donde la tecnología nos envuelve y los objetos mecánicos parecen reliquias del pasado, la acción de “dar cuerda a un reloj” podría parecer una simple curiosidad o una tarea anacrónica. Sin embargo, este gesto, aparentemente trivial, encierra un universo de significados que trascienden lo puramente funcional. Desde la precisión de un mecanismo hasta las profundas reflexiones filosóficas sobre el tiempo y la existencia, dar cuerda a un reloj es mucho más que una simple acción; es una ventana a la comprensión de nuestra propia relación con el transcurrir de los días. Julio Cortázar, el maestro argentino de la literatura, supo capturar esta esencia, transformando un manual de instrucciones en una obra maestra que nos obliga a mirar el tiempo no como una posesión, sino como una entidad que nos posee, una metáfora viva de nuestra propia mortalidad y la forma en que elegimos vivir.

¿Cuáles son los pasos para dar cuerda a un reloj?
Para dar cuerda al reloj, gire lentamente la corona en sentido horario. No es posible dar cuerda al reloj girando la corona en el sentido antihorario. De esta manera puede dar cuerda al reloj por completo. Además, el muelle no se romperá por girar más la corona.

La acción de dar cuerda a un reloj nos conecta con una tradición relojera milenaria, un arte que ha medido el pulso de la humanidad durante siglos. Los relojes mecánicos, a diferencia de sus contrapartes de cuarzo o digitales, son máquinas vivas que requieren una interacción constante con su dueño para seguir funcionando. Dentro de esta categoría, encontramos principalmente dos tipos: los relojes manuales y los automáticos. Los relojes mecánicos manuales son aquellos que necesitan que se les dé cuerda periódicamente, a menudo a diario, para mantener su reserva de energía y, por ende, su funcionamiento. Esta es la esencia de lo que significa “dar cuerda”. Por otro lado, los relojes automáticos son ingeniosos dispositivos que se cargan por sí solos con el movimiento natural de la muñeca de quien los usa, aprovechando la energía cinética para enrollar su muelle real. A pesar de su autonomía, incluso algunos relojes automáticos de lujo o herramientas pueden beneficiarse de una carga manual si no se usan con regularidad, asegurando así su óptima precisión. La frecuencia con la que se debe dar cuerda a un reloj manual depende de su reserva de marcha, que puede variar desde 24 horas hasta varios días, aunque muchos entusiastas y expertos recomiendan hacerlo cada noche como un ritual que honra la tradición relojera y asegura la constancia del mecanismo.

El proceso para darle cuerda a un reloj mecánico manual es un acto delicado que requiere atención y un conocimiento básico del instrumento. El componente clave en este proceso es la corona, esa pequeña perilla lateral que, en la mayoría de los casos, es la interfaz principal para interactuar con el reloj. Para comenzar, se debe desenroscar suavemente la corona en sentido contrario a las manecillas del reloj, si es que tiene un sistema de rosca, hasta que se libere de su posición de seguridad. Una vez liberada, el siguiente paso es girar la corona en el sentido de las agujas del reloj. Este movimiento enrolla el muelle real dentro del mecanismo, almacenando la energía necesaria para que el reloj funcione. El número de vueltas necesarias varía considerablemente según el modelo y la reserva de marcha del reloj, por lo que siempre es aconsejable consultar el manual de usuario. Es importante detenerse una vez que se sienta una resistencia firme, indicando que el muelle está completamente cargado. Un error común es forzar el giro una vez que el tope ha sido alcanzado, lo que podría dañar seriamente el mecanismo interno. Finalmente, y crucial para la integridad del reloj, se debe volver a enroscar la corona a su posición original. Olvidar este paso no solo compromete la precisión del reloj, sino que también pone en riesgo su estanqueidad, permitiendo la entrada de humedad o polvo que podrían arruinarlo.

Sin embargo, la verdadera fascinación de la frase "dar cuerda a un reloj" reside en su capacidad para trascender su significado literal y convertirse en una poderosa metáfora. Es aquí donde la literatura, y en particular la obra de Julio Cortázar, ilumina la profundidad de este acto. El texto "Instrucciones para dar cuerda al reloj" del célebre autor argentino, lejos de ser un simple manual, es un cuento breve que se adentra en una profunda reflexión sobre la temporalidad, la vida y la muerte. Lo que Cortázar logra es convertir una acción cotidiana en una alegoría existencial, invitándonos a cuestionar nuestra relación con el tiempo y la inevitabilidad de nuestro destino. Su genio radica en tomar lo prosaico y elevarlo a lo poético y filosófico, utilizando un lenguaje imperativo que interpela directamente al lector, al "tú/usted" evocado, para que no tema al paso del tiempo ni a la muerte.

Cortázar, un maestro en el género del cuento y figura central del boom hispanoamericano, constantemente exploró la obsesión humana con el tiempo. En obras como "El perseguidor", nos confronta con la idea de que los relojes y nuestra manía por los minutos nos impiden vivir plenamente. Pero es en "Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj" donde el autor establece la premisa fundamental: no somos nosotros quienes poseemos el reloj, sino que el reloj nos posee a nosotros. Nos regalan un reloj, y con él, un "pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire". Nos entregan un "nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo", algo que, aunque no es nuestro cuerpo, se ata a él con una correa "como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca". La obligación diaria de dar cuerda se convierte en una servidumbre, una constante recordatorio de nuestra finitud y la inexorable marcha del tiempo. Nos regalan la obsesión por la hora exacta, el miedo a perderlo, a que se rompa, a que nos lo roben. En última instancia, "no te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj". Esta inversión de roles es crucial: el objeto inanimado se convierte en el amo, y nosotros, sus esclavos, atados a su ritmo y a sus exigencias.

En "Instrucciones para dar cuerda al reloj", Cortázar lleva esta reflexión al culmen, asociando la temporalidad de manera ineludible con la muerte. El cuento comienza con una frase impactante: "Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo". Es una invitación paradójica a enfrentar lo inevitable, a despojarse del temor. La muerte y el tiempo son presentados como enemigos, y es la dificultad de no temer lo que nos define. La muerte es el punto donde el tiempo deja de existir, donde nuestra propia existencia se disuelve en la nada. El autor nos insta a "sujetar el reloj con una mano, tomar con dos dedos la llave de la cuerda, remontarla suavemente". Este acto de control sobre el reloj se convierte en un símbolo de nuestro intento por controlar el tiempo, por manipularlo. Si paramos las agujas, el tiempo no tiene por qué moverse. El angustioso tic-tac se vuelve manipulable, el tiempo puede pararse, adelantarse o atrasarse. Esta es la gran revelación: el tiempo es una invención humana, una construcción. Si despreciamos los segundos, los minutos y las horas, el tiempo se reduce a lunas, soles, canas y arrugas que surgen a su antojo.

Cortázar nos anima a dar cuerda al reloj, a dejarlo correr, y a imitarlos anhelantes. Los verbos se conjugan en presente, eliminando pasados y futuros, anclándonos en el aquí y ahora. "Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan." Esta descripción poética nos insta a vivir con la misma libertad y expansión que el tiempo mismo. Si imitamos al reloj, nos volvemos despreocupados, con ansia de vivir como si no hubiera ayer o mañana, descubriendo sensaciones que antes el miedo no permitía. Las diminutas manecillas dibujan una órbita, y el mundo gira, y nosotros nos emborrachamos de la vida. Superar la vulnerabilidad que el reloj, y por extensión el tiempo, nos impone, es burlar el hábito, el rigor y el control. Es seguir el paso decidido del tiempo, darnos cuerda a nosotros mismos en nuestra propia dirección.

¿Qué tipo de texto es
El texto, como ya he dicho, es imperativo y por lo tanto se dirige a un \u201ctú/usted\u201d, al personaje evocado; pero está escrito en primera persona: \u201csi no corremos y llegamos antes y comprendemos que no importa\u201d.

El miedo, esa constante en la vida humana, es el gran antagonista en esta metáfora cortazariana: "El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus pequeños rubíes." El miedo nos paraliza, nos impide actuar, nos condena a los arrepentimientos de las cosas no hechas. Las oportunidades perdidas se convierten en cicatrices irreversibles, como las arrugas en el rostro de una abuela. Las palabras "herrumbrar", "corroer", "gangrenar" no solo describen el deterioro del reloj, sino también el de nuestro espíritu cuando el miedo nos domina, dejándonos tristes, solos y perdidos. El reloj no es de plástico, sino de rubíes, porque el tiempo es valioso, y el miedo lo consume. La muerte, nuevamente, es el telón de fondo: "Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa." ¿Qué importancia tiene la muerte si no tenemos voz ni voto en ella? Llegará cuando le plazca, sin llamar a la puerta. ¿Por qué obsesionarse con el tiempo, si los segundos no existen, si los segundos fueron? La vida se cierra en el mismo punto de origen: la nada, una nada de la que no sabemos nada. ¿Qué importa lo que hicimos o dejamos de hacer si el final es el mismo? Cortázar nos invita a despojarnos de esa obsesión, a vivir el presente sin la carga del futuro inevitable o el peso del pasado.

Para comprender mejor las diferencias entre los relojes y las implicaciones de "dar cuerda", presentamos la siguiente tabla comparativa:

CaracterísticaReloj Mecánico Manual (Literal)Reloj Automático (Literal)"Dar Cuerda" (Metáfora Cortazariana)
Fuente de EnergíaCuerda manual diaria o periódica.Movimiento de la muñeca del usuario.La propia voluntad de vivir el presente.
Interacción NecesariaRequiere atención y acción constante del usuario.Mínima si se usa regularmente.Una reevaluación constante de la relación con el tiempo.
Simbolismo PrincipalDependencia, tradición, ritual.Autonomía, modernidad, eficiencia.Control ilusorio, condena, libertad, conciencia de la finitud.
Mensaje de CortázarEl acto físico es una puerta a la reflexión existencial.Menos relevante para la metáfora central, aunque también un medidor de tiempo.El tiempo nos posee; el miedo es el corrosivo; vivir el presente es la liberación.
Consecuencia de No Dar CuerdaEl reloj se detiene.Puede detenerse si no se usa.La vida se oxida por el miedo y el arrepentimiento.

Preguntas Frecuentes

¿Por qué Julio Cortázar elige un reloj como metáfora central en sus cuentos?
Cortázar elige el reloj porque es un objeto cotidiano y universalmente reconocido como medidor del tiempo. Sin embargo, en sus manos, el reloj trasciende su función utilitaria para convertirse en un símbolo complejo de la obsesión humana con el tiempo, la finitud de la existencia y la angustia ante la muerte. El reloj, con su tic-tac incesante y su necesidad de cuerda, se convierte en una representación tangible de la vida que se agota y la conciencia de que cada segundo nos acerca al final. Es una elección brillante porque permite al autor explorar temas profundos a través de un objeto familiar, desfamiliarizándolo para revelar verdades ocultas.

¿Cómo se relaciona el miedo con el tiempo en la obra de Cortázar, especialmente en "Instrucciones para dar cuerda al reloj"?
En la obra de Cortázar, el miedo está intrínsecamente ligado al tiempo y a la conciencia de la muerte. La frase "Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo" es el punto de partida. El miedo surge de la incapacidad de aceptar la ineludible marcha del tiempo y la certeza de la muerte. Cortázar sugiere que este miedo "herrumbra las áncoras" y "gangrena la fría sangre" del reloj (y por extensión, de nuestra vida), impidiéndonos vivir plenamente. Las cosas no hechas, los arrepentimientos, son el resultado de este miedo paralizante. Al confrontar el tiempo y "darle cuerda" de forma consciente, es decir, al vivir el presente con plenitud, se busca trascender ese miedo y encontrar una forma de libertad.

¿Qué significa "imítelo anhelante" en el contexto del poema de Cortázar?
La frase "imítelo anhelante" es una de las instrucciones clave de Cortázar y encapsula su mensaje central. Significa que, en lugar de ser esclavos del reloj y del tiempo, debemos adoptar su cualidad más esencial: su movimiento constante y su capacidad de "llenarse de sí mismo". Al imitar el reloj, el autor nos invita a vivir con la misma libertad y deseo (anhelo) de expansión que el tiempo. Es una exhortación a abrazar el presente, a dejarnos llevar por el flujo de la vida sin la carga del pasado o la ansiedad por el futuro. Es un llamado a la acción para vivir intensamente, para que cada instante sea pleno, como el tiempo que se despliega "como un abanico".

¿Es el tiempo una invención humana según la perspectiva de Cortázar en este cuento?
Sí, la obra de Cortázar sugiere fuertemente que el tiempo, tal como lo experimentamos y medimos, es en gran medida una construcción humana. Al decir que el tic-tac angustioso "se vuelve manipulable" y que "el tiempo, de pronto, se puede parar, y adelantar, y atrasar", Cortázar subraya que nuestra percepción y control del tiempo son arbitrarios. La pregunta retórica "¿Porque qué es el tiempo. Una invención del hombre; algo que ni siquiera existe de verdad" es una declaración directa de esta idea. Si despreciamos los segundos y los minutos, el tiempo se reduce a fenómenos naturales y al proceso de envejecimiento, liberándose de la tiranía de la medición y la obsesión. Es una invitación a liberarnos de la prisión mental que nosotros mismos hemos creado alrededor del concepto de tiempo.

En definitiva, la simple acción de “dar cuerda a un reloj” se transforma, a través de la genialidad literaria de Julio Cortázar, en una profunda reflexión sobre nuestra existencia. Lo que comienza como un acto mecánico y mundano, se convierte en un espejo de nuestra relación con el tiempo, la libertad y la ineludible presencia de la muerte. Cortázar nos invita a cuestionar nuestra obsesión por el control y la medición, sugiriendo que, al comprender la naturaleza ilusoria del tiempo y al liberar nuestro propio “reloj interno” del miedo y el arrepentimiento, podemos verdaderamente vivir. Dar cuerda al reloj, entonces, no es solo alimentar un mecanismo, sino un acto consciente de abrazar el presente, de imitar el anhelo del tiempo que se despliega, y de recordar que, al final, lo único que importa es la vida que decidimos vivir en cada instante.

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