¿Qué mensaje deja el mito del carro alado?

El Carro Alado de Platón: Un Viaje al Alma

21/11/2017

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En el vasto universo de la filosofía, pocos pensadores han logrado plasmar ideas tan complejas de una manera tan vívida y accesible como Platón. Consciente de que los temas más trascendentales, aquellos que rozan los límites de la comprensión humana, a menudo requieren más que una mera exposición lógica, el gran filósofo griego recurrió a la metáfora. Su genio radicaba en la capacidad de transformar conceptos abstractos en imágenes potentes y memorables, facilitando la comprensión y el diálogo. Entre sus alegorías más célebres, la del carro alado destaca como una joya, una representación magistral del alma humana y su incesante búsqueda de la verdad.

¿Cuál es el vehículo de una metáfora?
El vehículo es la parte de la metáfora que se utiliza para representar el tenor. Por lo tanto, el vehículo es la imagen de una persona, lugar o cosa que se utiliza para representar a otra . Como dice el cliché «la vida es un camino largo y polvoriento», la vida es el tenor porque se representa en la metáfora.

Presentada en su diálogo "Fedro", la alegoría del carro alado no es solo un recurso didáctico; es una ventana a la visión platónica de la psique, un mapa de la compleja interacción entre la razón, la voluntad y los deseos. Platón no solo buscaba hacer lo incomprensible más claro, sino también sugerir que hay verdades que, por su naturaleza, solo pueden ser aprehendidas de un modo intuitivo y aproximado, como si se vislumbraran a través de un velo poético. Acompáñanos en este viaje para desentrañar los misterios de una de las metáforas más perdurables de la historia del pensamiento.

Índice de Contenido

La Metáfora del Carro Alado: Un Viaje al Interior del Alma

Imagina una fuerza natural, el alma, que es la esencia misma de la vida y el movimiento. Esta fuerza es visualizada por Platón como un carro tirado por dos caballos alados, guiados por un auriga. Mientras que los carros y aurigas de los dioses son perfectos, con caballos dóciles y virtuosos, la realidad para las almas humanas es considerablemente más compleja y desafiante. En el caso del hombre, el auriga se enfrenta a una pareja despareja: un caballo de noble linaje, obediente y propenso al bien, y otro caballo díscolo, rebelde y de mala constitución. Esta disparidad es el núcleo de la lucha interna que define la experiencia humana.

El alma, en su aspiración por el conocimiento y la verdad, se embarca en un ascenso hacia el mundo supraceleste, un reino más allá de la bóveda del cielo, donde reside la verdadera esencia del ser. Este ascenso es una prueba de fuego, especialmente para el alma humana, cuya trayectoria se ve constantemente obstaculizada por la naturaleza conflictiva de sus "caballos".

La Esencia del Ser y el Mundo Supraceleste

Las almas, dirigidas por el mismo Zeus, recorren el cielo, cumpliendo la tarea de ordenar y cuidar el cosmos. Tras esta labor, se dirigen a buscar su verdadero alimento: el Conocimiento. Este alimento no se encuentra en el mundo material y cambiante que conocemos, sino en el "ámbito supraceleste", una realidad incolora, intangible, cuya esencia solo puede ser percibida por el entendimiento. En este lugar sublime, mora la Justicia, el ser que es verdaderamente ser, y alrededor de ella florece el auténtico Saber. No se trata de la ciencia de lo efímero, de lo que nace y muere, sino de la ciencia de lo que es permanentemente, de lo que constituye la verdadera realidad.

Las almas de los dioses, al ser conducidas por dos caballos inherentemente buenos y obedientes, ascienden sin esfuerzo alguno, deleitándose en la visión de la verdad. Sin embargo, las almas de los hombres enfrentan una ardua tarea. El caballo díscolo, pesado y rebelde, tira constantemente hacia abajo, fatiga al auriga y dificulta el ascenso. Esta es la dura y fatigosa prueba del alma humana. De aquellas almas que luchan por ascender, solo las que logran seguir de cerca a la divinidad y se le asemejan más, consiguen vislumbrar algo de la verdad supraceleste. Aquellas que no logran alcanzar esta visión, se hunden, gravitan llenas de olvido y dejadez, pierden sus alas y, finalmente, caen a la tierra, encarnándose en un cuerpo.

La Naturaleza Dual del Alma Humana

El alma, para Platón, es el principio vital, aquello que permite a los seres vivos el movimiento propio. La singularidad del alma humana radica en su participación simultánea de una naturaleza divina y de un principio opuesto, terrenal, que la arrastra hacia el mundo de la finitud, la contingencia y la muerte. La parte más excelsa del alma humana es comparable a la mente de los dioses, y al igual que ellos, se nutre del conocimiento y aspira a la verdad. Frente a la realidad física, en ese "ámbito supraceleste" se encuentra la auténtica realidad, el ser verdadero, inmutable, sin propiedades físicas.

Nuestro destino, según esta alegoría, reside en ese mundo perfecto, un mundo al que se accede principalmente a través de la Ciencia de lo absoluto, que Platón identifica con la filosofía o dialéctica, y no mediante el conocimiento de lo relativo y mudable, que es la mera opinión. Cuando el alma se encarna y cae a la tierra, olvida aquello que había logrado vislumbrar en el mundo supraceleste, y su vida se convierte en un esfuerzo por recordar y ascender de nuevo.

¿Qué es el vehículo en la metáfora?
El vehículo es el lenguaje figurado que se usa para describirlo. Estos términos provienen del famoso retórico IA Richards, quien escribió sobre las estructuras de las metáforas allá por 1936. Los vehículos y los tenores pueden parecer confusos, pero se entienden fácilmente tras ver un par de ejemplos.

Las tres partes del alma se representan claramente en el carro alado:

  • El Auriga (Logistikón): La Razón. Es la parte más elevada del alma, destinada a la dirección y guía de la vida humana. Su función es discernir la verdad, tomar decisiones racionales y mantener el equilibrio entre los impulsos opuestos. Representa la sabiduría y la prudencia (sophía o phrónesis).
  • El Caballo Dócil o Blanco (Thymoeides): El Coraje o la Voluntad Noble. Este caballo representa los deseos espirituales, la parte noble y volitiva del alma que impulsa hacia acciones buenas y bellas, la indignación justa y la búsqueda de honor. Posee la virtud del valor o valentía (andreía).
  • El Caballo Díscolo o Negro (Epithymetikon): Los Apetitos o Pasiones. Este caballo simboliza los deseos y pasiones irracionales, aquellos que nos impulsan hacia el ámbito de lo sensible, lo material y los placeres corporales. Su virtud asociada es la templanza (sophrosyne), que debe ser ejercida por la razón para controlarlo.

El auriga, la Razón, tiene la ardua tarea de guiar a estos dos caballos de naturaleza opuesta, procurando que el carro (el alma) se eleve hacia el mundo de las Ideas y el verdadero conocimiento. La dificultad de esta tarea ilustra el conflicto constante que experimenta el ser humano entre sus aspiraciones más elevadas y sus impulsos más básicos.

El Vehículo y el Tenor en la Metáfora Platónica

Para comprender plenamente la riqueza de la alegoría del carro alado, es útil aplicar los conceptos de "vehículo" y "tenor" desarrollados por el retórico I.A. Richards. En cualquier lenguaje figurado, y especialmente en una metáfora, se describe algo (el tenor) relacionándolo con otra cosa (el vehículo). El tenor es aquello que está siendo descrito, la idea o concepto subyacente. El vehículo es la imagen o lenguaje figurado que se utiliza para describirlo.

En la metáfora del carro alado de Platón:

  • El Tenor: Es el alma humana en su totalidad, su naturaleza tripartita (racional, irascible, concupiscible), su lucha interna, su potencial de elevación y su destino. También es la búsqueda del conocimiento, la verdad y la esencia del ser.
  • El Vehículo: Es la imagen concreta y vívida del carro alado, con su auriga y sus dos caballos (uno bueno y uno díscolo). Incluye la acción de volar, la dificultad del ascenso, la pérdida de las alas y la caída.

La genialidad de Platón reside en cómo el vehículo (el carro) ilumina el tenor (el alma). El "terreno común" (ground) entre el carro y el alma es la idea de una entidad compleja que es dirigida, que tiene partes con diferentes impulsos y que se mueve hacia un objetivo. La "tensión" reside en la diferencia fundamental entre un objeto físico (un carro) y una entidad metafísica (el alma). Sin embargo, esta tensión es precisamente lo que hace que la metáfora sea tan poderosa y memorable. Permite visualizar y sentir la dinámica interna del alma, la fatiga del esfuerzo, la resistencia de las pasiones y la aspiración de la razón, de una manera que un tratado puramente lógico no podría lograr.

El carro alado no es una metáfora "muerta"; su conexión entre vehículo y tenor sigue siendo vibrante y evocadora, invitando a la reflexión sobre la propia condición humana.

El Profundo Mensaje del Mito del Carro Alado

El mensaje central de la alegoría del carro alado es la constitución conflictiva del alma humana y la importancia de la Razón en la guía de la vida. Platón nos presenta un alma que, aunque de origen divino y con un anhelo inherente por la verdad, está constantemente dividida y en peligro de caer en el olvido y la materialidad. La alegoría enfatiza que la misión fundamental del alma es vigilar y proteger todo lo inanimado, y que su capacidad de volar por los cielos y acercarse a la divinidad depende directamente de cómo el auriga (la razón) maneje a sus dos caballos (el coraje y los apetitos).

Cuando el carro/alma no es dirigido correctamente, el alma pierde sus alas y cae al mundo de las cosas materiales, quedando atrapada en un cuerpo. Este "olvido" de lo que ha vislumbrado en el mundo supraceleste es la condición humana, y la vida se convierte en un proceso de "reminiscencia", de recordar lo que ya se sabía. La filosofía, o dialéctica, es el camino para recuperar esas alas perdidas, para ascender de nuevo hacia la verdad absoluta y la sabiduría.

Las virtudes asignadas a cada parte del alma (templanza para los apetitos, valor para el coraje, y sabiduría o prudencia para la razón) son las herramientas que el auriga debe cultivar para mantener el equilibrio y asegurar el ascenso. Lo bueno, lo bello y todas las virtudes fortalecen las alas del alma, mientras que lo opuesto las debilitaría y provocaría la caída.

¿Qué metáfora utiliza Platón para describir el alma humana?
En el diálogo del Fedro, Platón compara el alma humana con un coche tripulado por un auriga tirado por dos caballos. A uno de los caballos lo describe como excelente y de buena raza (se le representa como un corcel de color blanco) y al otro como muy diferente del primero, de distinto origen (de color negro).

Esta alegoría no solo describe la estructura del alma, sino que también ofrece un modelo ético: la vida virtuosa es aquella en la que la razón ejerce su dominio sobre las pasiones y los impulsos, dirigiéndolos hacia el bien y la verdad. La búsqueda de la justicia y el conocimiento es el camino hacia la plenitud del ser, la única forma en que el alma humana puede aspirar a la inmortalidad y a su verdadera naturaleza divina.

Curiosamente, esta idea de un carro como alegoría del ser humano no es exclusiva de Platón. En la filosofía india, el texto hindú Kaṭha-upaniṣad presenta una alegoría similar, la Ratha Kalpana o parábola del carro, donde se explica la naturaleza del ser humano a través de un carruaje, sus riendas, su auriga y sus caballos, lo que subraya la universalidad de estas profundas reflexiones sobre la condición humana.

Preguntas Frecuentes sobre la Alegoría del Carro Alado

¿Por qué Platón usó esta metáfora en lugar de una explicación puramente lógica?

Platón justificó el uso de la metáfora del carro alado por dos razones principales: primero, para hacer una exposición más accesible y didáctica de temas filosóficos complejos que, de otra forma, serían áridos y difíciles de comprender para el lector. Segundo, porque consideraba que hay temas que exceden las posibilidades del entendimiento puramente racional y solo pueden presentarse de un modo aproximado, intuitivo y metafórico, permitiendo vislumbrar verdades que están más allá de la lógica estricta.

¿Qué representa cada parte del carro alado en la alegoría?

En la alegoría, cada componente del carro alado simboliza una parte del alma humana:

  • El Auriga: Representa la Razón (Logistikón), la parte directiva del alma, encargada de guiar y discernir la verdad.
  • El Caballo Dócil (blanco): Simboliza el Coraje o la voluntad noble (Thymoeides), los impulsos positivos, el espíritu y la moralidad que guían al alma hacia acciones virtuosas.
  • El Caballo Díscolo (negro): Encarna los Apetitos o pasiones irracionales (Epithymetikon), los deseos terrenales y sensibles que tiran del alma hacia lo material y lo impulsivo.

¿Cuál es el objetivo principal del alma humana, según esta alegoría?

El objetivo principal del alma humana es ascender al mundo supraceleste para contemplar la verdadera esencia del ser y alcanzar el auténtico Conocimiento (Saber). Este ascenso implica el control de la razón sobre las pasiones y la dirección hacia la verdad y la justicia, que son el alimento del alma.

¿Qué sucede si el auriga no logra controlar a los caballos?

Si el auriga (la razón) no consigue controlar eficazmente a los dos caballos (el coraje y los apetitos), especialmente al díscolo, el alma sufre una dura y fatigosa prueba. No logra alcanzar la visión del ser en el mundo supraceleste, se llena de olvido y dejadez, pierde sus alas y cae a la tierra, encarnándose en un cuerpo y olvidando las verdades que pudo haber vislumbrado.

¿Es esta metáfora relevante en el contexto moderno?

Absolutamente. La alegoría del carro alado sigue siendo profundamente relevante hoy en día. Nos ofrece un marco para entender la constante lucha interna entre nuestra Razón y nuestras emociones o impulsos. Nos invita a reflexionar sobre la importancia de la autodisciplina, la búsqueda de un propósito elevado y la necesidad de que la inteligencia guíe nuestras acciones para alcanzar una vida plena y significativa, trascendiendo las meras gratificaciones materiales.

La metáfora del carro alado de Platón trasciende el tiempo, ofreciéndonos una representación atemporal de la condición humana. Es un recordatorio de que nuestra existencia es un viaje constante, un equilibrio delicado entre la aspiración a lo divino y la atracción de lo terrenal. La habilidad de nuestro auriga interno, la Razón, para guiar a nuestros caballos, nuestras pasiones y nuestro coraje, determinará si nuestras alas nos elevan hacia la verdad y la plenitud o si nos arrastran hacia el olvido en el mundo material. Así, Platón no solo nos legó una profunda teoría del alma, sino también una guía para la vida, un llamado a la autoconciencia y a la búsqueda incansable de la sabiduría.

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