05/07/2019
El término globalización, un concepto que resuena con fuerza en el discurso contemporáneo, ha adquirido una profunda carga emotiva y polarizante. Para algunos, representa un faro de progreso, una fuerza inevitable e irreversible que impulsa el desarrollo económico mundial hacia horizontes sin precedentes. Ven en ella la llave maestra para un futuro de prosperidad y conexión global. Sin embargo, para otros, la globalización es observada con una mezcla de hostilidad y temor. La perciben como un catalizador de la desigualdad, tanto dentro de las naciones como entre ellas, una amenaza latente para el empleo y las condiciones de vida, y un obstáculo insidioso para el avance social. Esta dualidad de percepciones subraya la complejidad de un fenómeno que, si bien ofrece inmensas oportunidades para un desarrollo verdaderamente global, no avanza de manera uniforme, dejando a algunos países rezagados mientras otros se integran con notable rapidez a la economía mundial.

En los países que han abrazado la integración, los resultados son palpables: un crecimiento económico más acelerado y una disminución tangible de la pobreza. La historia de Asia oriental es un testimonio elocuente de este proceso; naciones que hace cuatro décadas se contaban entre las más empobrecidas del planeta, gracias a políticas de apertura al exterior, se han transformado en potencias dinámicas y prósperas. Este progreso económico ha allanado el camino para avances democráticos y mejoras en áreas cruciales como el medio ambiente y las condiciones laborales. En contraste, en los años setenta y ochenta, muchas naciones de América Latina y África adoptaron políticas orientadas hacia el sector interno, lo que condujo a un estancamiento o deterioro económico, un agravamiento de la pobreza y una inflación descontrolada, a menudo exacerbada por factores externos adversos. No obstante, la adopción de nuevas políticas en estas regiones ha comenzado a revertir la tendencia, impulsando un aumento gradual de los ingresos.
La transformación actual es significativa y su fomento, en lugar de un retroceso, se perfila como la estrategia más eficaz para impulsar el crecimiento económico, el desarrollo y la lucha contra la pobreza. Sin embargo, las crisis financieras que sacudieron los mercados emergentes en los años noventa sirvieron como un crudo recordatorio de que las oportunidades inherentes a la globalización conllevan el riesgo de la volatilidad de los flujos de capital y el potencial deterioro social, económico y ambiental derivado de la pobreza. Para todas las partes involucradas, desde los países en desarrollo hasta las economías avanzadas y los inversionistas, estas experiencias no deben ser un motivo para claudicar, sino un imperativo para respaldar reformas que fortalezcan tanto las economías nacionales como el sistema financiero global, con el fin último de lograr un crecimiento más rápido y una reducción sostenida de la pobreza.
Este artículo busca explorar a fondo la naturaleza de la globalización, sus implicaciones y los caminos que los países pueden seguir para capitalizar sus beneficios, al tiempo que evalúan de manera realista los desafíos y riesgos que presenta. Nos adentraremos en preguntas fundamentales: ¿Cómo pueden los países en desarrollo, especialmente los más pobres, cerrar la brecha? ¿La globalización agrava la desigualdad o puede ser una herramienta poderosa para reducir la pobreza? Y, ¿la integración en la economía mundial expone inevitablemente a los países a la inestabilidad? Acompáñenos en este análisis para desentrañar las complejidades de uno de los fenómenos más definitorios de nuestra era.
- ¿Qué es la Globalización Económica?
- Crecimiento Sin Precedentes y Mayor Desigualdad: Tendencias del Ingreso en el Siglo XX
- Integración de los Países en Desarrollo: Un Panorama Diverso
- ¿Se Acrecientan la Pobreza y la Desigualdad Debido a la Globalización?
- Estrategias para que los Países más Pobres Recuperen el Terreno Perdido
- ¿Perjudica la Globalización a los Trabajadores de los Países Avanzados?
- ¿Son las Crisis Periódicas una Consecuencia Inevitable de la Globalización?
- El Papel Crucial de las Instituciones y Organizaciones
- Preguntas Frecuentes sobre la Globalización
- ¿La globalización agrava la desigualdad o puede ayudar a reducir la pobreza?
- ¿Se exponen inevitablemente a la inestabilidad los países integrados a la economía mundial?
- ¿Perjudica la globalización a los trabajadores de los países avanzados?
- ¿Se ve menoscabada la soberanía nacional en la formulación de las políticas debido a la globalización?
- Conclusión
¿Qué es la Globalización Económica?
La globalización económica no es un fenómeno caprichoso de nuestro tiempo, sino un proceso histórico, el resultado ininterrumpido de la innovación humana y el progreso tecnológico. Se define esencialmente como la creciente integración de las economías a nivel mundial, una interconexión que se manifiesta de manera más prominente a través del comercio internacional y los flujos financieros transfronterizos. En su sentido más amplio, aunque no es el foco principal de este análisis, el término también engloba el movimiento de personas, es decir, la mano de obra, y la transferencia de conocimientos y tecnología a través de las fronteras nacionales. Es crucial entender que, en su aspecto más fundamental, la globalización no encierra ningún misterio esotérico.
El uso extendido de este término desde los años ochenta no es casualidad; coincide con el momento en que los avances tecnológicos, particularmente en las comunicaciones y la informática, facilitaron y aceleraron drásticamente las transacciones comerciales y financieras a escala internacional. En esencia, la globalización es la extensión más allá de las fronteras nacionales de las mismas fuerzas de mercado que, durante siglos, han operado en todos los niveles de la actividad económica humana: desde los mercados rurales hasta las bulliciosas industrias urbanas y los sofisticados centros financieros. Estas fuerzas de mercado, intrínsecamente, promueven la eficiencia a través de la competencia y la división del trabajo, lo que permite la especialización. Esta especialización posibilita que tanto individuos como economías se centren en aquello que mejor saben hacer, optimizando la producción y el uso de recursos.
Gracias a la globalización, las naciones pueden beneficiarse de mercados cada vez más vastos y diversificados en todo el mundo. Esto se traduce en un mayor acceso a los flujos de capital, esenciales para la inversión y el desarrollo, y a la tecnología de vanguardia, que impulsa la productividad y la innovación. Además, la globalización permite a los países acceder a importaciones más baratas, lo que beneficia a los consumidores y reduce los costos de producción, y a mercados de exportación más amplios, lo que estimula el crecimiento de las industrias nacionales. Sin embargo, es imperativo reconocer que los mercados, por sí solos, no garantizan que la mayor eficiencia resultante de la globalización beneficie a todos de manera equitativa. Para que los países puedan aprovechar plenamente estas ventajas, deben estar dispuestos a adoptar las políticas económicas necesarias y adecuadas. En el caso de las naciones más pobres, este proceso a menudo requiere un respaldo sustancial y coordinado de la comunidad internacional para superar las barreras estructurales y financieras.
Crecimiento Sin Precedentes y Mayor Desigualdad: Tendencias del Ingreso en el Siglo XX
La globalización no es un fenómeno reciente, surgido de la nada en las últimas décadas. Algunos analistas argumentan que la economía mundial ya exhibía un grado de globalización comparable al actual hace un siglo. Sin embargo, lo que distingue el período contemporáneo es la escala y la sofisticación sin precedentes del comercio y los servicios financieros, que nunca antes habían alcanzado tal nivel de desarrollo e integración. Un aspecto particularmente asombroso de este proceso es la integración de los mercados financieros, una hazaña lograda en gran medida gracias a las comunicaciones electrónicas modernas, que permiten transacciones instantáneas a través de continentes.
El siglo XX fue testigo de un crecimiento económico sin precedentes, que resultó en una casi quintuplicación del Producto Interno Bruto (PIB) mundial per cápita. No obstante, este crecimiento no fue un flujo constante y uniforme; la mayor expansión se concentró de manera significativa en la segunda mitad del siglo. Este período estuvo marcado por una rápida expansión del comercio exterior, acompañada de un proceso generalizado de liberalización comercial y, un poco más tarde, de una progresiva liberalización de las corrientes financieras. Para comprender esta evolución, podemos dividir el siglo en distintos periodos:
- Periodo entre las dos guerras mundiales (1913-1950): Durante esta época, el mundo experimentó un retroceso en la internacionalización. Los países optaron por cerrar sus economías, implementando medidas proteccionistas y un control generalizado de los capitales. Esta actitud aislacionista fue un factor determinante de los devastadores resultados económicos del periodo, con un crecimiento del ingreso per cápita reduciéndose a menos del 1% anual.
- Resto del siglo XX (Post-1950): A pesar de un crecimiento demográfico extraordinario, el aumento del ingreso per cápita superó el 2% anual, impulsado principalmente por la fase de expansión económica de la que disfrutaron los países industriales después de la guerra. Este periodo se caracterizó por una creciente apertura e integración.
A pesar de este notable crecimiento en el nivel medio de ingresos a lo largo del siglo XX, los datos revelan con claridad que esta prosperidad no se distribuyó de manera igualitaria. La brecha entre los países ricos y los países pobres, así como entre los segmentos ricos y pobres dentro de cada nación, se amplió. Para la cuarta parte más rica de la población mundial, el PIB per cápita casi se sextuplicó durante el siglo, mientras que para la cuarta parte más pobre, apenas llegó a triplicarse. Esto subraya que la desigualdad de ingresos, sin duda, se ha agravado. Sin embargo, es importante señalar que el PIB per cápita, por sí solo, no ofrece una imagen completa de la situación del bienestar, como se explorará en secciones posteriores.
Integración de los Países en Desarrollo: Un Panorama Diverso
La globalización implica una integración creciente de los mercados financieros y el comercio mundial. Pero, ¿en qué medida han participado los países en desarrollo en esta integración y con qué resultados? Los esfuerzos de estas naciones por equipararse con las economías avanzadas han sido dispares, mostrando un mosaico de éxitos y desafíos.
Observamos que, desde los años setenta, algunos países, predominantemente asiáticos, han visto cómo su ingreso per cápita se aproxima rápidamente a los niveles alcanzados en los países industriales. Sin embargo, un número considerable de países en desarrollo ha avanzado lentamente o, lamentablemente, ha perdido terreno. En África, por ejemplo, el ingreso per cápita no solo se redujo en comparación con los países industriales, sino que en algunos casos disminuyó en términos absolutos. Una parte fundamental de esta divergencia puede explicarse por la relación entre el crecimiento del ingreso y la expansión del comercio exterior: los países que han logrado recuperar terreno son precisamente aquellos donde el comercio exterior ha experimentado una expansión vigorosa. Consideremos cuatro aspectos clave de la globalización y su impacto en la integración de los países en desarrollo:
Comercio Exterior:
La participación conjunta de los países en desarrollo en el comercio mundial experimentó un aumento del 19% en 1971 al 29% en 1999. No obstante, este dato global oculta grandes diferencias regionales. Las economías asiáticas recientemente industrializadas han logrado resultados excepcionales, mientras que África, en su conjunto, ha tenido un desempeño mediocre. Un factor crucial es la composición de las exportaciones: el mayor incremento se ha producido, por amplio margen, en la exportación de bienes manufacturados, mientras que la participación de los productos primarios (alimentos, materias primas), generalmente provenientes de los países más pobres, ha disminuido en el total mundial.
Movimientos de Capital:
Un fenómeno fuertemente asociado a la globalización es el marcado aumento de los flujos de capital privado hacia los países en desarrollo durante gran parte de los años noventa. Este incremento siguió a un período de flujos financieros particularmente limitados en los años ochenta. Otro cambio significativo es la notable disminución de los flujos oficiales netos de 'ayuda' o asistencia para el desarrollo desde principios de los ochenta. La composición de los flujos privados también se ha modificado drásticamente: la inversión extranjera directa (IED) ha emergido como la categoría más importante, siendo más estable. En contraste, la inversión de cartera y el crédito bancario, aunque aumentaron, han demostrado una mayor inestabilidad, reduciéndose abruptamente a raíz de las crisis financieras de finales de los noventa.
Migraciones:
La búsqueda de mejores oportunidades de empleo impulsa a los trabajadores a desplazarse entre países. Aunque el número de personas en esta situación sigue siendo relativamente pequeño, la mano de obra extranjera aumentó aproximadamente un 50% en todo el mundo entre 1965 y 1990. La mayor parte de estas migraciones se producen entre países en desarrollo. No obstante, la corriente migratoria hacia las economías avanzadas tiene el potencial de contribuir a una convergencia de los salarios a nivel mundial. Además, el retorno de trabajadores a sus países de origen puede impulsar el aumento de los salarios en estas naciones.
Difusión de los Conocimientos (y la Tecnología):
Este es un aspecto de la globalización que a menudo se subestima. La inversión extranjera directa, por ejemplo, no solo expande el capital físico, sino que también es un vehículo fundamental para la innovación técnica. De manera más general, la información sobre métodos de producción, técnicas de gestión, mercados de exportación y políticas económicas está disponible a un costo muy bajo, lo que representa un recurso inmensamente valioso para los países en desarrollo. Aunque no se analiza en detalle aquí, las economías en transición de sistemas de planificación centralizada a economías de mercado también están experimentando una integración creciente a la economía mundial, con resultados variados, donde algunos se acercan rápidamente a las economías avanzadas y otros enfrentan desafíos estructurales a largo plazo.
¿Se Acrecientan la Pobreza y la Desigualdad Debido a la Globalización?
El siglo XX fue testigo de un notable aumento en el ingreso medio mundial per cápita, pero esta prosperidad global se manifestó con considerables variaciones entre los países. Es un hecho innegable que la brecha de ingresos entre las naciones ricas y las pobres se ha ensanchado a lo largo de varias décadas. Un análisis reciente de 42 países, que representan casi el 90% de la población mundial, con datos disponibles para todo el siglo XX, concluye que, si bien el producto per cápita creció apreciablemente, la distribución del ingreso entre los países muestra hoy una mayor desigualdad que a principios de siglo.
Sin embargo, el ingreso por sí solo no lo explica todo; una medición más amplia del bienestar, que incorpore las condiciones sociales, revela que los países más pobres han logrado avances considerables. Por ejemplo, naciones de bajo ingreso como Sri Lanka presentan indicadores sociales extraordinarios. Un estudio reciente sugiere que, al comparar países utilizando los Indicadores de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas, que toman en cuenta la educación y la esperanza de vida, el panorama es muy diferente del que muestran los datos exclusivamente referidos al ingreso. De hecho, la brecha en términos de desarrollo humano podría haberse reducido. Este estudio infiere un sorprendente contraste entre la 'brecha de ingresos' y la 'brecha entre los indicadores del desarrollo humano'. Si bien el nivel de ingresos (ajustados por la inflación) de los países pobres es aún mucho más bajo que el de las grandes naciones en 1870 y la brecha de ingresos se ha ampliado, la situación de los países pobres, a juzgar por los indicadores del desarrollo humano, es hoy mucho mejor que la que existía en 1870 en los países más desarrollados. Esto se debe en gran medida a que los avances médicos y el mejoramiento de las condiciones de vida han incrementado considerablemente la esperanza de vida.
A pesar de que la brecha entre los indicadores del desarrollo humano se ha reducido a largo plazo, es una preocupación que demasiadas personas estén quedando a la zaga. Aunque la esperanza de vida haya aumentado, la calidad de vida no mejoró para muchos, y un gran número aún se encuentra sumido en la indigencia. A esto se suma la devastadora propagación del SIDA por toda África en el último decenio, que está reduciendo drásticamente la esperanza de vida en muchos países. Esto subraya la urgencia de aplicar políticas específicas para combatir la pobreza.
En los países con un crecimiento satisfactorio y políticas correctas, es razonable esperar una reducción sostenida de la pobreza, ya que datos recientes corroboran una correspondencia al menos de uno a uno entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Además, si se aplican políticas firmemente orientadas a combatir la pobreza, por ejemplo, mediante gastos sociales adecuadamente focalizados, es mucho más probable que el crecimiento se traduzca en una reducción de la pobreza significativamente más rápida. Esta es una razón contundente para que todos los responsables de la política económica, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI), integren de manera más explícita el objetivo de reducir la pobreza en sus agendas.
Estrategias para que los Países más Pobres Recuperen el Terreno Perdido
El mejoramiento de las condiciones de vida en cualquier nación es una consecuencia directa de la acumulación de capital físico (a través de inversiones), el desarrollo del capital humano (mediante una mano de obra calificada y saludable), y los avances en la tecnología (lo que en economía se conoce como 'productividad total de los factores de producción'). Muchos elementos pueden tanto facilitar como obstaculizar estos avances cruciales. La vasta experiencia acumulada por los países que han logrado un crecimiento del producto más acelerado revela la importancia cardinal de crear condiciones propicias para un aumento sostenido del ingreso per cápita a largo plazo.
En este sentido, la estabilidad macroeconómica, un robusto desarrollo institucional y la implementación de reformas estructurales son, al menos, tan importantes para el desarrollo a largo plazo como las transferencias financieras, por indispensables que estas puedan ser. Lo que verdaderamente cuenta es la integración de un conjunto coherente de políticas, asistencia financiera y técnica, y, cuando sea necesario, un alivio de la deuda. Este conjunto integral debe incluir, entre otros:
- Estabilidad macroeconómica: Crucial para crear un entorno predecible y favorable que fomente la inversión y el ahorro, pilares del crecimiento.
- Políticas de apertura al exterior: Diseñadas para impulsar la eficiencia a través de la expansión del comercio y la inversión, integrando la economía nacional al dinamismo global.
- Reformas estructurales: Que estimulen la competencia interna, eliminando barreras y promoviendo la eficiencia en todos los sectores económicos.
- Instituciones sólidas y una administración eficaz: Elementos fundamentales para propiciar el buen gobierno, la transparencia y la confianza, atrayendo inversiones y garantizando la aplicación de políticas.
- Educación, capacitación e investigación y desarrollo (I+D): Inversiones estratégicas para estimular la productividad, fomentar la innovación y preparar a la fuerza laboral para los desafíos del futuro.
- Una gestión de la deuda externa responsable: Que asegure la disponibilidad de recursos suficientes para el desarrollo sostenible, evitando la carga excesiva que lastra el progreso.
Todas estas políticas deben enmarcarse en estrategias nacionales de lucha contra la pobreza, elaboradas por cada país, que beneficien directamente a los más vulnerables y para las cuales se prevean recursos presupuestarios suficientes. Esto incluye, por ejemplo, inversiones en salud y educación de calidad, así como la creación de redes de protección social eficaces. Un enfoque participativo, que involucre activamente a la sociedad civil en la formulación e implementación de estas estrategias, aumentaría exponencialmente las posibilidades de éxito y la apropiación de las políticas por parte de la población.
El Papel de las Economías Avanzadas
Las economías avanzadas tienen un papel crucial y una responsabilidad compartida en el apoyo a los esfuerzos de los países de bajo ingreso para integrarse a la economía mundial. Su contribución puede manifestarse de diversas maneras:
- Fomentando el comercio exterior: Una propuesta clave es otorgar acceso irrestricto a los mercados de las economías avanzadas a todas las exportaciones de los países más pobres. Esta medida no solo abriría nuevas oportunidades, sino que también ayudaría a estas naciones a diversificar su producción, pasando de una especialización limitada en productos primarios a la exportación de bienes manufacturados de mayor valor añadido.
- Estimulando los flujos de capital privado: Especialmente las inversiones extranjeras directas (IED) hacia los países de menor ingreso. La IED ofrece una doble ventaja: asegura flujos financieros regulares y de largo plazo, y facilita la transferencia de tecnología y conocimientos, elementos vitales para el desarrollo.
- Acelerando el alivio de la deuda y complementándolo con un aumento de la asistencia financiera: Es una realidad preocupante que la asistencia oficial para el desarrollo (AOD) de los países avanzados se redujo al 0,24% del PIB en 1998, muy por debajo del objetivo del 0,7% previsto por las Naciones Unidas. Como señaló Michel Camdessus, ex Director Gerente del FMI: "La fatiga de los donantes y acreedores no es una excusa creíble —sino más bien un argumento sencillamente cínico— en un momento en que, desde hace diez años, los países avanzados tienen la oportunidad de beneficiarse del dividendo de la paz". Instituciones como el FMI apoyan las reformas en los países más pobres mediante servicios financieros específicos, como el Servicio para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza, y contribuyen al alivio de la deuda a través de iniciativas como la Iniciativa para los Países Pobres Muy Endeudados (PPME).
¿Perjudica la Globalización a los Trabajadores de los Países Avanzados?
La globalización, a pesar de sus beneficios globales, también genera considerable inquietud en las economías avanzadas. Una de las principales preocupaciones es el riesgo percibido de que los trabajadores con alta remuneración pierdan sus empleos y que la demanda de trabajadores menos calificados disminuya drásticamente, todo ello debido a la competencia que plantean las "economías de bajos salarios". La pregunta fundamental es si los cambios que se están produciendo en estas economías y sociedades son un resultado directo e ineludible de la globalización.
Es importante contextualizar este debate. Las economías están en un estado de constante evolución, y la globalización es solo una de las diversas tendencias que caracterizan esta dinámica. Otras tendencias significativas incluyen la maduración de las economías industriales, que se orientan cada vez más hacia los servicios para satisfacer las cambiantes necesidades de sus habitantes, y la creciente demanda de una mano de obra más calificada. La evidencia sugiere que estos cambios se producirían, aunque no necesariamente al mismo ritmo, con independencia de la globalización. De hecho, la globalización facilita este proceso y, en muchos casos, reduce su costo para la economía en su conjunto, gracias a la eficiencia que aportan los flujos de capital, las innovaciones tecnológicas y el descenso de los precios de los bienes importados. En última instancia, una economía abierta y globalizada tiende a alcanzar niveles más altos de crecimiento económico, empleo y condiciones de vida que una economía cerrada.
Sin embargo, es fundamental reconocer que estos beneficios no se distribuyen de manera uniforme entre todos los grupos de población, y algunos segmentos pueden quedar completamente al margen. Por ejemplo, los trabajadores de industrias más antiguas que están en declive pueden enfrentar dificultades significativas para reciclar sus aptitudes y adaptarse a las nuevas demandas de las industrias emergentes. Esto genera desafíos sociales y económicos que requieren una respuesta política cuidadosa.
¿Cuál debe ser, entonces, la respuesta de las autoridades ante estas inquietudes? ¿Deberían intentar proteger a grupos específicos, como los trabajadores de bajo salario o los de las industrias tradicionales, limitando el comercio y los flujos de capital? Si bien tales medidas podrían ofrecer un alivio a corto plazo para algunos segmentos de la población, en última instancia, menoscabarían las condiciones de vida del conjunto de la población al reducir la eficiencia económica y la innovación. En lugar de adoptar medidas proteccionistas, las autoridades deberían aplicar políticas que promuevan activamente la integración a la economía mundial, al mismo tiempo que implementan medidas robustas para aliviar la situación de quienes se ven más gravemente afectados por los cambios. Sería mucho más ventajoso para el conjunto de la economía aplicar políticas que favorezcan la globalización mediante una mayor apertura económica y que, simultáneamente, se orienten decididamente a asegurar que los beneficios de esta apertura estén ampliamente distribuidos. Para lograr esto, las autoridades deberían centrarse en dos campos importantes:
- La educación y la formación profesional: Invertir en programas que permitan a los trabajadores adquirir las aptitudes y el conocimiento que exige una economía en constante evolución, facilitando su adaptación y empleabilidad.
- La creación de mecanismos de protección social: Establecer redes de seguridad correctamente orientadas para ayudar a quienes pierdan su empleo, ofreciendo apoyo económico, reconversión laboral y asistencia para la búsqueda de nuevas oportunidades.
¿Son las Crisis Periódicas una Consecuencia Inevitable de la Globalización?
La sucesión de crisis financieras que marcaron la década de los noventa —México, Tailandia, Indonesia, Corea, Rusia y Brasil— lleva a muchos a preguntarse si estos eventos son el resultado directo e ineludible de la globalización. De hecho, surge la interrogante de si la globalización, tanto en las economías avanzadas como en las de mercados emergentes, crea mayores dificultades para la gestión económica.
Recuadro: ¿Se ve menoscabada la soberanía nacional en la formulación de las políticas debido a la globalización?
Una de las preocupaciones recurrentes es si una mayor integración económica, especialmente en el ámbito financiero, dificulta la gestión de la actividad económica, por ejemplo, al limitar las opciones en materia de tasas impositivas, sistemas tributarios, o la libertad de acción en la política monetaria o cambiaria. Si el objetivo fundamental de los países es lograr un crecimiento sostenible, acompañado de baja inflación y progreso social, la experiencia de los últimos 50 años demuestra claramente que la globalización contribuye a la consecución de este objetivo a largo plazo. Sin embargo, como hemos observado en los últimos años, la volatilidad de los flujos de capital de corto plazo puede comprometer la estabilidad macroeconómica en el futuro inmediato. En un mundo con mercados financieros integrados, los países se enfrentan a un riesgo creciente si persisten en políticas que no promueven la estabilidad financiera. Esta disciplina se extiende también al sector privado, que encontrará más difícil aumentar salarios y precios si el país pierde competitividad como resultado.
Existe también un riesgo de otra naturaleza: a veces, los inversionistas —especialmente los que operan a corto plazo— se confían excesivamente en las perspectivas de un determinado país, que puede así seguir recibiendo flujos de capital incluso cuando su política económica se ha apartado demasiado de la disciplina necesaria. Esta situación expone al país al riesgo de que, ante un cambio de opinión, se produzca un éxodo masivo de capitales. En resumen, la globalización no reduce la soberanía nacional. Más bien, crea fuertes incentivos para que los países apliquen políticas económicas correctas y prudentes. También debería crear incentivos para que el sector privado evalúe cuidadosamente los riesgos. No obstante, los flujos de inversión de corto plazo pueden ser excesivamente inestables. En el marco de las tareas en curso para reformar la arquitectura financiera internacional, es indispensable lograr una mayor estabilidad de los flujos internacionales de capital. En este sentido, algunos se inquietan ante la posibilidad de que la globalización entrañe la abolición de las normas que rigen o limitan la actividad económica. Cabe recordar, sin embargo, que uno de los objetivos básicos de los trabajos sobre la arquitectura financiera internacional es establecer normas y códigos basados en principios internacionalmente aceptados que puedan aplicarse en muchos contextos nacionales diferentes.
Retomando el tema de las crisis: es evidente que si las economías no hubiesen estado expuestas a los mercados mundiales de capital, las crisis no se habrían producido de la misma manera. Pero, de igual forma, las tasas de crecimiento económico de estos países tampoco habrían alcanzado niveles tan excepcionales sin estos flujos de capital. Estas crisis fueron complejas, resultado de la interacción de deficiencias en las políticas nacionales y en el sistema financiero internacional. Tanto los países como la comunidad internacional en su conjunto están tomando medidas para reducir los riesgos de futuras crisis.
A escala nacional, aunque varios de los países afectados habían logrado excelentes resultados económicos, no estaban plenamente preparados para hacer frente a las conmociones que podían propagarse a través de los mercados internacionales. La estabilidad macroeconómica, la solidez financiera, la apertura de la economía, la transparencia y la buena gestión son condiciones esenciales que los países deben reunir para participar eficazmente en los mercados mundiales. Cada uno de los países afectados adolecía de deficiencias en uno o más de estos aspectos.
A nivel internacional, se quebrantaron varias líneas de defensa importantes contra las crisis. Los inversionistas no evaluaron adecuadamente los riesgos. En los principales centros financieros, las autoridades de reglamentación y supervisión no efectuaron un seguimiento suficientemente atento de la evolución de la situación. Además, la información sobre algunos inversionistas internacionales, especialmente de instituciones financieras extraterritoriales, era insuficiente. En consecuencia, los mercados se mostraron proclives a un "comportamiento de rebaño" que provocó cambios repentinos en la actitud de los inversionistas y rápidos movimientos de salida o entrada de capitales, sobre todo de flujos financieros de corto plazo. La comunidad internacional está respondiendo a las dimensiones mundiales de la crisis mediante un esfuerzo continuo por fortalecer la arquitectura del sistema monetario y financiero internacional. El objetivo básico es lograr que los mercados funcionen con más transparencia, equidad y eficiencia. El FMI, entre otras instituciones, desempeña un papel central en este proceso.
El Papel Crucial de las Instituciones y Organizaciones
Las instituciones, tanto nacionales como internacionales, desempeñan un papel fundamental en el intrincado proceso de la globalización, inevitablemente influenciadas por las diferencias culturales inherentes a cada sociedad. Su función es tan vital que, quizás, la mejor manera de entender su impacto es a través de la reflexión de un analista externo, quien nos ofrece una perspectiva esclarecedora:
"...Que el surgimiento de mercados de productos básicos y de mercados financieros altamente integrados esté acompañado de tensiones comerciales y problemas de estabilidad financiera no debería ser una sorpresa... La sorpresa es que estos problemas no sean incluso más graves hoy, cuando la integración ha alcanzado un grado tan alto." "Una posible explicación [para esta sorpresa] es la función estabilizadora de las instituciones creadas en el intervalo. En el ámbito nacional, cabe mencionar los mecanismos de protección social y financiera, y a nivel internacional, la OMC, el FMI y el Comité de Basilea de Supervisión Bancaria. Estas instituciones quizás estén lejos de ser perfectas, pero es mejor que existan, a juzgar por la correlación histórica entre el grado de integración, por una parte, y la cantidad de litigios comerciales y el nivel de inestabilidad financiera, por la otra."
Esta cita subraya un punto crucial: a pesar de las complejidades y los desafíos inherentes a la globalización, la existencia y el funcionamiento de diversas instituciones actúan como un amortiguador, mitigando los riesgos y proporcionando un marco para la cooperación y la resolución de conflictos. A nivel nacional, la implementación de mecanismos de protección social, como sistemas de seguridad social, seguros de desempleo y programas de asistencia, es esencial para amortiguar el impacto de los cambios económicos en los individuos y las comunidades. De igual forma, las instituciones financieras nacionales, con sus regulaciones y mecanismos de supervisión, buscan preservar la estabilidad del sistema bancario y crediticio.
En el plano internacional, organizaciones como la Organización Mundial del Comercio (OMC) establecen las reglas para el comercio justo y la resolución de disputas, promoviendo un entorno comercial más predecible. El Fondo Monetario Internacional (FMI) interviene para salvaguardar la estabilidad financiera global, proporcionando asistencia y asesoramiento a países en crisis. El Comité de Basilea de Supervisión Bancaria, por su parte, desarrolla estándares internacionales para la regulación bancaria, buscando fortalecer la resiliencia del sistema financiero a nivel global. Aunque estas instituciones no son perfectas y están en constante evolución para adaptarse a un mundo cambiante, su existencia es fundamental para gestionar las tensiones y la volatilidad que inevitablemente acompañan a un proceso tan dinámico como la globalización. Sin ellas, el grado de litigios comerciales y la inestabilidad financiera podrían ser mucho más pronunciados, lo que destaca su papel irremplazable en la construcción de un sistema global más ordenado y predecible.
Preguntas Frecuentes sobre la Globalización
La globalización es un tema que genera múltiples interrogantes y debates. A continuación, abordamos algunas de las preguntas más comunes para clarificar sus efectos y alcances:
¿La globalización agrava la desigualdad o puede ayudar a reducir la pobreza?
Como hemos explorado, la globalización ha coincidido con un ensanchamiento de la brecha de ingresos entre los países ricos y pobres. Sin embargo, no se puede concluir que la globalización sea la única o principal causa de esta divergencia. De hecho, en los países que han logrado integrarse exitosamente a la economía mundial, el crecimiento económico ha sido más rápido y la pobreza ha disminuido. Además, al considerar indicadores más amplios de bienestar, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que incluye educación y esperanza de vida, la brecha entre países pobres y ricos se ha reducido. La globalización ofrece herramientas como el acceso a mercados, capital y tecnología que, con políticas adecuadas y focalizadas, pueden ser poderosos motores para la reducción de la pobreza y la mejora de las condiciones de vida, siempre que los beneficios se distribuyan de manera más equitativa.
¿Se exponen inevitablemente a la inestabilidad los países integrados a la economía mundial?
La integración a la economía mundial, especialmente en los mercados financieros, expone a los países a la volatilidad de los flujos de capital de corto plazo, como se evidenció en las crisis de los años noventa. Sin embargo, la inestabilidad no es una consecuencia "inevitable", sino que a menudo es el resultado de la interacción entre deficiencias en las políticas nacionales (falta de estabilidad macroeconómica, solidez financiera, transparencia) y fallas en la arquitectura financiera internacional. La globalización, de hecho, impone una disciplina a los países para que adopten políticas económicas correctas y prudentes. Con una gobernanza sólida, regulaciones financieras adecuadas y una mayor transparencia, los países pueden mitigar los riesgos de inestabilidad y aprovechar las oportunidades de crecimiento que ofrece la integración.
¿Perjudica la globalización a los trabajadores de los países avanzados?
Existe la preocupación de que la globalización pueda llevar a la pérdida de empleos y a una disminución de los salarios para los trabajadores menos calificados en las economías avanzadas debido a la competencia de las economías de bajos salarios. Si bien la globalización es un factor que impulsa la reestructuración económica y puede generar desafíos para algunos sectores, también facilita el progreso tecnológico y reduce costos para la economía en su conjunto, lo que puede llevar a un mayor crecimiento y creación de empleo en nuevos sectores. La clave no es la protección, sino la adaptación. Las políticas deben centrarse en la educación y la formación profesional para que los trabajadores adquieran nuevas habilidades, y en la creación de redes de protección social efectivas para ayudar a quienes se vean afectados por los cambios, garantizando que los beneficios de la apertura económica se distribuyan ampliamente.
¿Se ve menoscabada la soberanía nacional en la formulación de las políticas debido a la globalización?
La globalización no reduce la soberanía nacional, sino que crea fuertes incentivos para que los países apliquen políticas económicas correctas y prudentes. En un mundo interconectado, las decisiones políticas nacionales tienen repercusiones internacionales más rápidas y significativas. Esto significa que las políticas que no promueven la estabilidad financiera o la competitividad pueden tener consecuencias adversas más inmediatas, lo que impulsa a los gobiernos a adoptar una mayor disciplina económica. La globalización, por lo tanto, no limita la capacidad de un país para tomar decisiones soberanas, sino que enfatiza la importancia de que esas decisiones sean coherentes con los principios de estabilidad y eficiencia económica global para asegurar el bienestar a largo plazo de sus ciudadanos.
Conclusión
A medida que el proceso de globalización ha avanzado, las condiciones de vida, especialmente cuando se miden utilizando indicadores amplios del bienestar, han mejorado apreciablemente en casi todos los países. Sin embargo, es innegable que los más beneficiados han sido las economías avanzadas y solo un grupo selecto de países en desarrollo. El hecho de que la brecha de ingresos entre las naciones de alto ingreso y las de bajo ingreso se haya ampliado es un motivo de profunda inquietud. Asimismo, el número de personas que, en el mundo entero, aún viven en la miseria extrema es una realidad profundamente preocupante que exige nuestra atención.
No obstante, sería un error simplificar la situación y concluir sin más que la globalización ha sido la única o principal causa de esta divergencia, o que no hay nada que se pueda hacer para mejorar la situación. Por el contrario, la incapacidad de algunos países de bajo ingreso para integrarse a la economía mundial con la misma rapidez que otros se debe, en parte, a las políticas internas que han decidido aplicar y, en parte, a factores que escapan a su control inmediato. Lo que sí es claro es que ningún país, y menos aún los más pobres, puede permitirse el lujo de quedar aislado de la economía mundial. La integración ofrece vías cruciales para el crecimiento, la innovación y el acceso a recursos que de otro modo serían inaccesibles.
El objetivo primordial para todos los países debería ser la reducción de la pobreza. Para lograrlo, la comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos. Esto implica fortalecer el sistema financiero internacional, promover un comercio exterior más justo e inclusivo, y aumentar la asistencia para el desarrollo. Estas acciones combinadas son esenciales para ayudar a los países más pobres a integrarse plenamente en la economía mundial, acelerar su crecimiento económico y, de esta manera, lograr una reducción significativa y sostenible de la pobreza. Esta es la mejor y más efectiva forma de garantizar que todas las personas, en todos los rincones del planeta, puedan beneficiarse de las oportunidades que la globalización ofrece, construyendo un futuro más equitativo y próspero para todos.
| Indicador Económico/Social | Periodo/Contexto | Descripción/Valor |
|---|---|---|
| Crecimiento PIB per cápita | 1913-1950 | Menos del 1% anual |
| Crecimiento PIB per cápita | Resto del siglo XX | Superó el 2% anual |
| Incremento PIB per cápita (Cuarto + Rico) | Siglo XX | Casi se sextuplicó |
| Incremento PIB per cápita (Cuarto + Pobre) | Siglo XX | No llegó a triplicarse |
| Participación P. en Desarrollo en Comercio Mundial | 1971 | 19% |
| Participación P. en Desarrollo en Comercio Mundial | 1999 | 29% |
| Aumento Mano de Obra Extranjera | 1965-1990 | Alrededor del 50% |
| Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) | 1998 | 0.24% del PIB |
| Objetivo AOD (Naciones Unidas) | N/A | 0.7% del PIB |
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