¿Por qué los autores utilizan la violencia en la literatura?

La Violencia en la Literatura: Un Análisis Profundo

26/01/2018

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La literatura, espejo de la condición humana, a menudo se aventura en los rincones más oscuros de la experiencia, incluyendo la violencia. Lejos de ser un mero recurso sensacionalista, la representación de actos violentos en las narrativas literarias sirve a una miríada de propósitos complejos y profundos. Desde la antigua epopeya hasta la ficción contemporánea, los autores han empleado la violencia como una herramienta multifacética para explorar la psique humana, comentar sobre la sociedad, evocar emociones intensas y, en ocasiones, incluso educar. Este artículo desglosará las diversas razones y formas en que la violencia se manifiesta en la literatura, analizando su evolución, sus categorías, su simbolismo inherente y el controvertido debate sobre su presencia en obras dirigidas a los más jóvenes.

¿Cuál es el poder de la metáfora en la poesía?
La metáfora poética tiene dos funciones: expresar de forma justa una abstracción Cabrera 1975: 76 y servir de medio «de estructura y construcción del poema, del poema concebido como una perfecta construcción arquitectónica» 1975: 31 .

A lo largo de la historia, la violencia ha sido un elemento constante en la narrativa. Si bien en sus inicios, en géneros como la poesía épica, podía tener un propósito más didáctico o glorificador de actos heroicos, con el tiempo su uso ha evolucionado para abordar temas más intrincados. La literatura gótica, por ejemplo, revolucionó su propósito al emplearla para ilustrar el sufrimiento interno y emocional, así como las imperfecciones de la sociedad y la humanidad en su conjunto. Esta evolución ha dado lugar a diversas categorías y enfoques que los autores utilizan para integrar la violencia en sus relatos.

Índice de Contenido

Las Múltiples Caras de la Violencia Literaria

Violencia Gráfica: Horror y Emoción Pura

Aunque el término 'violencia gráfica' se asocia comúnmente con medios visuales como el cine o la televisión, también es aplicable a la literatura. Esto se debe a las descripciones vívidas y sangrientas de muerte y lesiones que se encuentran en muchas historias. Este tipo de imaginería evocadora es un sello distintivo de la ficción en el género especulativo, particularmente el horror, pero no se limita a este. Escenarios como apocalipsis, guerras y conquistas son propicios para exhibir estas imágenes.

En las narrativas de apocalipsis zombi, por ejemplo, la naturaleza canibalística de los humanos no muertos hace que la incorporación de detalles espeluznantes sea elemental. Además de las elaboradas descripciones de los cuerpos en descomposición y mutilados de los individuos afectados por la plaga, el sufrimiento que acompaña a una infección y la posterior transformación en un zombi, así como el proceso de ser devorado vivo, pueden ser igualmente, si no más, inquietantes para los lectores. En estas situaciones, la sangre y el gore son elementos típicos utilizados para representar el dolor y el horror que experimenta el personaje afectado. Historias contemporáneas famosas de este tipo incluyen Guerra Mundial Z y Orgullo y Prejuicio y Zombis, una parodia de la obra de Jane Austen ambientada en una Gran Bretaña del siglo XIX mortal y distópica.

Sin embargo, autores de horror como Stephen King han demostrado que los muertos no necesitan volver para aterrorizar a los vivos con el fin de utilizar la violencia gráfica. Su libro Misery sigue a un novelista superventas en la Colorado moderna y ordinaria. Muestra su tortura psicológica y física por parte de una fan de su trabajo, Annie Wilkes, y en una de sus escenas culminantes, Wilkes le corta el pie con un hacha y luego usa un soplete de propano para cauterizar la herida. El horror, como género literario, se encuadra bajo el título de ficción afectiva; es decir, ficción que intenta provocar una reacción emocional en sus lectores. Como su nombre indica, los autores de este género buscan evocar sentimientos de miedo, terror y asco que reflejen los de los personajes dentro de la historia, y la violencia gráfica es una de las formas de lograrlo. Y aunque el miedo se considera una emoción negativa, la investigación psicológica ha demostrado que la descarga de adrenalina que provoca puede ser placentera; el placer, en última instancia, puede llevar a la adicción. Estos resultados explican el atractivo de la violencia gráfica: la ficción de este tipo, ya sea visual o literaria, a menudo se busca más que las obras no violentas con fines de entretenimiento.

Los relatos de guerra que emplean violencia similar, sin embargo, intentan lograr un objetivo más allá de la excitación. Al describir crímenes de guerra inauditos, los autores representan el sufrimiento sentido por personas inocentes cuyas súplicas no son escuchadas. Es un medio para provocar empatía en los lectores hacia aquellos afectados por las agonías psicológicas y físicas del conflicto armado. El cuento de Aleksandar Hemon, 'Una Moneda', narrado a través de cartas enviadas por una periodista llamada Aida en Sarajevo al narrador en Chicago, describe los horrores de la guerra bosnia de los años 90 utilizando violencia explícita. En uno de sus pasajes, por ejemplo, Aida relata haber presenciado cómo un perro le arrancaba la mano a su tía fallecida y se la llevaba entre sus fauces. Los francotiradores que disparan desde los edificios son caracterizados como viciosos e inhumanos, como describen las siguientes líneas:

En los días en que los francotiradores están particularmente rabiosos, también hay cuerpos dispersos. Algunos de ellos pueden estar todavía vivos y retorciéndose hacia una cubierta distante, dejando un rastro sangriento detrás, como caracoles. La gente rara vez intenta ayudarlos, porque todo el mundo sabe que los francotiradores están esperando precisamente eso. A veces, un francotirador remata misericordiosamente a la persona que se arrastra. A veces, los francotiradores juegan con el cuerpo, disparándole en las rodillas, los pies o los codos. Parece que han apostado hasta dónde llegará antes de desangrarse.

Sin embargo, las lecturas de esta historia han cuestionado la fiabilidad de su narrador. Debido a que confiesa no recibir más cartas de Aida en cierto momento y tener que recurrir a imaginar lo que está sucediendo en la guerra, se especula que sus interacciones a larga distancia con ella nunca ocurrieron; incluso que la propia Aida no es real y, por lo tanto, todo el relato sobre la guerra fue meramente un producto de su imaginación. Esto se debe a que alguien que presencia tales incidentes, como Aida, es probable que los suprima como mecanismo de afrontamiento. Otro factor que contribuye a esta interpretación es su aparente estado mental inestable; está plagado de anhelo por Sarajevo y el aislamiento de la inmigración, y su condición deteriorada se manifiesta físicamente cuando mata sin piedad y luego mutila una cucaracha.

Esto, a su vez, plantea la pregunta de si la violencia es producto de una aflicción mental, y si, en la ficción, los personajes violentos son simbólicos de condiciones psicológicas subyacentes. Una variedad de personajes literarios parecen apoyar esta idea: se cree que Annie Wilkes de Misery padece trastorno bipolar con psicosis maníaca, y Kurtz de El Corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, conocido por haber decapitado esclavos africanos y exhibir sus cabezas como decoración, se caracteriza por la locura. El relato de Conrad, aunque controvertido en cuanto a su verdadero propósito, expone la violencia que forma parte de un sistema colonial, una fuente de violaciones, asesinatos, explotación humana y natural, y otros crímenes. Aunque narrada por un marinero llamado Marlow, la historia representa el descenso de Kurtz a la locura a medida que el poder lo corrompe gradualmente. Su estado mental da lugar a una atroz brutalidad contra los inocentes africanos bajo su dominio.

No obstante, la investigación ha demostrado que, aunque los individuos con enfermedades mentales graves, como el trastorno bipolar, tienen más probabilidades que las personas no afectadas de cometer actos violentos, la mayoría de las veces son las víctimas, no los perpetradores. En los casos en que sí exhiben violencia, sin embargo, otros factores no relacionados con su condición pueden ser la raíz de la misma: el entorno, su gente y la forma en que son tratados. Por lo tanto, al igual que con las personas reales, los personajes violentos no son necesariamente enfermos y, del mismo modo, los personajes con enfermedades mentales no son necesariamente violentos. Se argumenta que, al hacer estas suposiciones sobre los personajes de ficción, aquellos afectados en la realidad podrían ser objeto de estigmatización por parte de la sociedad y sus condiciones gravemente incomprendidas. Así, la violencia literaria puede o no ser una alegoría de los trastornos psicológicos.

Violencia Psicológica: El Dolor Invisible del Alma

La violencia psicológica se refiere al daño emocional que resulta de amenazas, manipulación, negligencia, abuso verbal, acoso, aislamiento o intimidación. En la ficción, este tipo de agresiones se utilizan para intensificar una rivalidad entre dos o más personajes; los conflictos suelen comenzar con tales instancias antes de que ocurra cualquier daño físico. Las condiciones mentales también pueden ser fuentes del dolor psicológico de un personaje, pero normalmente son de naturaleza autorial y forman un rasgo sobresaliente que interfiere con sus decisiones y acciones. Posiblemente cada obra literaria consta de luchas emocionales utilizadas para representar el sufrimiento de un personaje. En algunos casos, esta agresión puede ser relacional; en el sentido de que las relaciones o el estatus social de uno se dañan como resultado de la aflicción psicológica en cuestión, ya sea impuesta por el personaje o por el autor.

El cuento de Charlotte Perkins Gilman, 'El Papel Amarillo', sirve como un buen ejemplo de violencia psicológica infligida tanto por una condición mental como por otros personajes. Su narradora es una joven que sufre de depresión posparto, y aunque le causa una angustia significativa, su dolor se intensifica por la negligencia y subestimación de su situación por parte de su marido y su médico. Ignorando su gravedad, la llaman una 'depresión nerviosa temporal' y la obligan a un 'tratamiento de reposo' que la priva de cualquier forma de actividad o entretenimiento, así como de la compañía de otros, rompiendo sus relaciones y aislándola del mundo. A lo largo de la narrativa, ella se sumerge gradualmente en la locura, obsesionándose cada vez más con el papel pintado amarillo de su habitación. Su historia, y otras que demuestran el sufrimiento psicológico, expresan que este puede ser tan perjudicial como la violencia física.

El Poder Simbólico de la Agresión Narrativa

La violencia literaria se ha utilizado, a lo largo de la historia, como una alegoría de las complejidades de la comunicación y las relaciones humanas, una representación de conflictos sociales no resueltos. Los relatos de poesía épica, por ejemplo, han demostrado los extremos que las personas pueden cometer para permanecer leales y defender a su comunidad, especialmente en un escenario de guerra. La literatura gótica luego revolucionó el propósito de la violencia al usarla para ilustrar el sufrimiento interno y emocional, así como las imperfecciones de la sociedad y la humanidad en su conjunto.

Sin embargo, se ha señalado que la violencia puede ser simbolismo tanto del sentimiento de amor como de las consecuencias de su privación. En el primer caso, se abordan dos tipos de amor: el genuino y el tóxico. Cuando un personaje siente verdadera pasión por alguien, la agresión puede ser un medio a través del cual puede asegurar su seguridad, particularmente frente al peligro, o su felicidad. La literatura ha visto una buena cantidad de personajes que matan a una o más personas, o incluso se sacrifican, para mantener a un ser querido protegido. Tal violencia es considerada por los lectores como justificable y, a menudo, heroica. En The Walking Dead (Volumen 10, Número 57) de Robert Kirkman, por ejemplo, el protagonista Rick Grimes apuñala repetidamente y luego destripa al posible violador de su hijo. Aunque Carl, el niño, queda horrorizado con este comportamiento, más tarde se le asegura que se hizo por compasión, y los lectores ven de manera similar este incidente como el acto más violento de Rick, pero también como una de las muestras más fuertes de protección y amor por su hijo.

Sin embargo, la investigación psicológica ha demostrado que la compasión a menudo funciona como un inhibidor exitoso de las tendencias violentas. Siguiendo esta lógica, se podría decir que la violencia literaria simboliza la falta de compasión en el personaje que comete el acto. En Frankenstein de Mary Shelley, por ejemplo, el monstruo es abandonado por su creador y rechazado por la sociedad, por lo tanto, privado de afecto, y esto a su vez conduce a varios de sus crímenes homicidas. Además, la violencia literaria puede servir como una protesta contra la violencia en la vida real; como una metáfora de la falta de sentido y la fealdad de la inhumanidad del hombre.

El cuento de Shirley Jackson 'La Lotería', que describe un brutal ritual de lapidación que cobra la vida de un habitante inocente del pueblo cada año, fue escrito intencionalmente para exponer la violencia sin sentido de la vida cotidiana y los posibles daños del chivo expiatorio. Generalmente definido como culpar a alguien por los crímenes de otra persona, el término 'chivo expiatorio' tiene sus orígenes en el siglo XVI, cuando los rituales judíos consistían en sacrificar animales como una forma de purificación de los pecados o una súplica por bendiciones. En el distópico cuento de Jackson, la víctima de la lotería es una representación del chivo expiatorio moderno; la opresión y marginación de grupos sociales como un intento de ocultar las faltas de otros, típicamente los que están en el poder. Las súplicas no reconocidas de Tessie Hutchinson pidiendo clemencia mientras su comunidad la lapida pueden, por lo tanto, simbolizar las voces no escuchadas de individuos oprimidos que buscan un trato justo y justicia.

En su lectura marxista de esta narrativa, Kosenko (1985) postula que la violencia en ella es un ataque al capitalismo; el Sr. Summers, quien dirige la lotería, representa una autoridad opresiva, mientras que los habitantes del pueblo son los débiles bajo su control. Es posible que el Sr. Summers sepa qué papel posee el punto negro para mantener a salvo a su familia y a otras familias poderosas, lo que significa que el público es llevado a creer ciegamente en la democracia y la justicia del ritual cuando probablemente fue un acto de selección discriminatoria. Jackson, por lo tanto, parece estar criticando la violencia sin sentido ejecutada por la autoridad para mantener un orden social capitalista que mantiene a los que están en el poder por encima de la gente común.

El Debate sobre la Violencia en la Literatura Infantil

La violencia ha sido un elemento regular de la ficción infantil desde tiempos inmemoriales. A pesar de haber sido utilizada originalmente como un componente didáctico de la narración, ha sido suavizada o completamente eliminada de las versiones más antiguas de algunos cuentos de hadas clásicos, particularmente los de los hermanos Grimm. En las primeras versiones de la historia de Cenicienta, por ejemplo, las hermanastras hacen intentos sorprendentes de ganarse el amor del príncipe cortándose partes de los pies hasta que encajan en la zapatilla. Aun así, son rechazadas debido a su apariencia ensangrentada.

Argumentos a Favor y en Contra

Aquellos que se oponen al uso de la violencia en los cuentos infantiles temen que pueda inspirarlos a cometer actos similares en la vida real. Apoyan este argumento con la teoría del aprendizaje social del psicólogo Albert Bandura, que establece que la agresión no es un comportamiento natural, sino imitado. Según Bandura, observar un comportamiento agresivo hace que sea probable que el observador lo copie, especialmente si dicho comportamiento es reforzado positivamente. Su famoso experimento del Muñeco Bobo de 1961 ilustra con éxito su hipótesis. En este estudio, 24 niños fueron expuestos a un modelo en el que un adulto interactuaba violentamente con el muñeco golpeándolo, pegándole con un martillo y lanzándolo. Cuando más tarde se les puso en reclusión con el mismo juguete, se observó que estos niños adoptaban posturas similares y más agresivas hacia él en comparación con aquellos que habían observado un modelo experimental no violento.

La ficción actual suele normalizar, si no glorificar, el castigo y la muerte de un antagonista. Una preocupación común entre los padres es que sus hijos puedan no diferenciar la fantasía de la realidad y que, al darse cuenta de que el héroe es elogiado por derrotar violentamente al enemigo, crean que este tipo de conducta es aceptable o incluso recomendable.

Por otro lado, los defensores de la inclusión de la agresión argumentan que la violencia literaria o mediática a menudo no es la culpable de la delincuencia infantil porque los niños son perfectamente capaces de distinguir la ficción de la vida real. Si un niño se involucra en un comportamiento agresivo, por lo tanto, es probable que se atribuya a una variedad de otros factores, como su genética, crianza, condiciones de vida y la naturaleza de las relaciones circundantes. Al refutar la teoría de la imitación, afirman que las tendencias violentas son un aspecto natural de la naturaleza humana y, a pesar de la censura continua y los intentos de los padres de proteger a sus hijos de la violencia mediática, los niños siguen siendo lo suficientemente imaginativos como para generar escenarios agresivos y expresarlos en sus actividades recreativas, como juegos de simulación y dibujos. La eliminación de monstruos sangrientos y batallas emocionantes en las historias es, por lo tanto, probable que genere decepción en el niño que, para suprimir el impulso natural de placer y satisfacción que incita la violencia, recurre a inventar sus propias instancias de dicha violencia. Williams (2004) demuestra esta idea diciendo: 'Existe la historia de los niños cuyos padres evitaron escrupulosamente comprarles pistolas de juguete solo para mirar por la ventana de la cocina y ver a los niños apuntándose con palos mientras hacían sonidos apropiadamente explosivos'.

Además, argumentan que la violencia no solo debe ser aceptable, sino necesaria en la literatura infantil porque ofrece una representación precisa del mundo en el que viven. Dado que la violencia es un hecho que se encuentra en casi todos los aspectos de la vida, se argumenta que retrasar la exposición de los niños al mal es poco realista y potencialmente dañino. Esto se debe a la probabilidad de que se enfrenten a situaciones violentas en su futuro; contarles historias de esta naturaleza puede, por lo tanto, proporcionarles formas de superar con éxito estas situaciones. Y estas formas no necesitan ser violentas, afirman, porque al enseñarles sobre las consecuencias dañinas que la violencia tiene tanto en los personajes buenos como en los malos (los primeros a través del sufrimiento y los segundos a través de recibir castigos violentos) podrían desarrollar una preferencia por resoluciones pacíficas de conflictos. Así, si se justifica adecuadamente en las historias, la violencia literaria no solo puede ser educativa sino también ética. Este debate, sin embargo, está en curso y se ha extendido para incluir otras formas de narración, como el cine y los videojuegos.

Argumento a FavorArgumento en Contra
Refleja la realidad del mundo.Puede inspirar comportamientos agresivos.
Prepara a los niños para situaciones difíciles.Normaliza o glorifica la violencia.
Enseña sobre las consecuencias de la violencia.Dificulta la distinción entre fantasía y realidad.
Permite la catarsis de impulsos naturales.Contradice la teoría del aprendizaje social (Bandura).
Fomenta la resolución pacífica de conflictos (si se justifican las consecuencias).Puede llevar a la creencia de que la violencia es aceptable o recomendable.

Preguntas Frecuentes sobre la Violencia en la Literatura

¿La violencia en la literatura promueve la violencia en la vida real?
Este es un tema de debate continuo. Mientras algunos estudios y teorías, como la del aprendizaje social de Bandura, sugieren una correlación entre la exposición a la violencia ficticia y el comportamiento agresivo, otros argumentan que los factores genéticos, el entorno y la educación son más influyentes. Muchos sostienen que los lectores, especialmente los adultos, son capaces de diferenciar la ficción de la realidad.
¿Por qué los autores eligen describir la violencia de forma explícita?
Los autores utilizan descripciones explícitas para evocar emociones fuertes como el miedo, el terror o el asco, lo que se conoce como ficción afectiva. También puede servir para aumentar el realismo de una situación (como la guerra o un apocalipsis), para impactar al lector, para criticar la violencia real o para mostrar las brutales consecuencias de ciertos actos.
¿Qué diferencia hay entre violencia gráfica y psicológica?
La violencia gráfica se refiere a la descripción vívida y explícita de daño físico, lesiones y gore. La violencia psicológica, por otro lado, se centra en el daño emocional y mental resultante de amenazas, manipulación, negligencia, abuso verbal, aislamiento o intimidación. Ambas formas pueden ser igualmente devastadoras para los personajes y el impacto en el lector.
¿Puede la violencia literaria tener un propósito positivo?
Sí. La violencia en la literatura puede ser una herramienta poderosa para el comentario social, la crítica de sistemas opresivos (como se ve en 'La Lotería'), o para explorar la complejidad de la moralidad humana. También puede generar empatía en el lector hacia las víctimas, o servir como una metáfora para conflictos internos o sociales. En la literatura infantil, algunos argumentan que prepara a los niños para la realidad del mundo y les enseña sobre las consecuencias de la agresión.
¿Es apropiado que haya violencia en los libros para niños?
Esta es una de las áreas más controvertidas. Los opositores temen la imitación y la normalización de la violencia. Los defensores argumentan que la violencia es parte de la vida y que los cuentos pueden enseñar a los niños a afrontar situaciones difíciles, a diferenciar el bien del mal, y a comprender las consecuencias de la violencia, fomentando así la búsqueda de soluciones pacíficas. La clave a menudo reside en cómo se presenta y justifica la violencia dentro de la narrativa.

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